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El 4 de febrero asistí al estreno del nuevo y flamante espectáculo de Margarita Regalado y Luis Sosa: Viajes Quiméricos. Lo pude disfrutar en el Centro Cultural Biblioteca de Montequinto (Dos Hermanas, provincia de Sevilla) y fue una experiencia muy interesante a muchos niveles.

Foto: Juan Antonio Gámez

Foto: Juan Antonio Gámez

 

No obstante, antes de poder desglosárosla, me gustaría hablar un poco del lugar, porque en artes escénicas el dónde siempre es fundamental y, en este caso concreto, creo que merece mención aparte. Y es que sé de buena tinta que toda la gente profesional y dedicada que trabaja allí, y concretamente con la danza han tenido siempre una relación estrecha. Y es que el día del libro (23 de abril) y el día de la danza (29 de a abril) quedan muy cerca, esta biblioteca organiza una actividad llamada Danzagrafías, donde un grupo de estudiantes de fotografía (normalmente impartiendo clases en las propias instalaciones) hacían fotos a bailarines, que luego se exponían. Es una actividad muy bonita y un gesto de cariño hacia un arte a vences denostado como puede ser la danza y que no hace sino aportar a la buena imagen que yo tengo por este lugar. Desde luego, era el espacio idóneo para un estreno de estas características.

Otro pequeño punto aparte antes de comenzar a desglosar esta obra es hablaros de Cuando das el salto (la obra corta que ambos autores habían hecho ya y que ya os reseñé por aquí. La cual se representó a colación de las diversas presentaciones del poemario homónimo de Margarita Regalado, que se publicó en noviembre del año pasado). Ésta y Viajes Quiméricos son dos obras muy diferentes, esta última experimenta y habla de muchas otras cosas con diferentes métodos. Sin embargo, es imposible negar que Cuando das el salto podría tratarse casi de preludio de esta y es estúpido negar sus similitudes en ciertos aspectos base (el uso de Luis Sosa como una marioneta de los pensamientos de Margarita Regalado, la disociación entre poemas gracias al movimiento…). Comentó esto porque todos los detalles coincidentes los voy a pasar muy por encima para no repetirme y poder centrarme en todas las novedades y ampliaciones que este espectáculo trae. Y creedme, no son pocas.

Estamos ante un espectáculo tirando a largo (de una hora) con una estructura en apariencia simple en la que Margarita Regalado recita sus poemas y Luis Sosa, a través de una danza que no es explicativa sino sensorial, los interpreta. Si os habéis dado cuenta, he dicho en apariencia, y es que lo que en principio podía ser una estructura repetitiva se vuelve una experiencia a vivir, donde cada poema es un mundo y cada interpretación del mismo distinta según su naturaleza.

Foto: Juan Antonio Gámez

Foto: Juan Antonio Gámez

 

Entendamos algo, la poesía de Margarita funciona como un cajón de sastre y, en cierto modo, también del desastre. Es su mente sin orden ni tesón, es todo lo que la hace feliz, lo que la forma, lo que la aterroriza y acompleja. Está presentado con ese desorden particular que tiene el pensamiento que, de algún modo, siempre parece agarrarse a un hilo invisible que consigue que no te pierdas. Ese es uno de los primeros logros del espectáculo. Aun tenido tratando multitud de temas bajo la bella pero compleja pátina de la lírica y una puesta en escena hundida en el vanguardismo, el espectáculo nunca te pierde. El cómo te va llevando de un poema a otro, el cómo la danza de Luis Sosa no pretende ser literalmente lo que Margarita expresa con palabras y, aun así, logra ser claro y universal en lo que expresa.

Otro punto interesante y que medio os comentaba antes es el interés que tienen por hacer cada minuto del espectáculo algo memorable y que mantenga atentos a los espectadores. Aprovechándose del concepto base de vomitar todo lo que pulula en la mente de Margarita Regalado, lo aplican de manera activa en la estructura del espectáculo. Poemas en holandés, poemas que pierden la voz y tan solo se signan, momentos de conceptos sueltos que golpean con una fuerza narrativa enorme… Usando esa idea que os comentaba, los artistas han logrado volver un espectáculo en apariencia estático algo lleno de actividad, una constante excitación de los sentidos que nos mantiene atentos al siguiente cambio. Y todo, de nuevo, sin hacer que nos perdamos en la experiencia, cosa que considero harto difícil dado las numerosas maneras en las que prueban a expresarse. Como podréis observar, la idea de tratar el sonido y su carencia, las distintas formas de expresión y demás es algo que pervive y se magnifica desde Cuando das el salto.

La puesta en escena es simple pero muy bonita y funciona a la perfección. Quizás el cuerpo me pedía algo más de complejidad a la hora de preparar el espacio, con sus aforamientos y sus juegos de luces, pero admito que esto es más una filia personal y que, tal vez, algo más complejo hubiese contraminado la pureza del espectáculo y molestado al bailarín. El vanguardismo, al fin y al cabo, juega con códigos únicos y este espectáculo, desde su concepción, se mueve con una cierta simpleza en la que encuentra un carisma propio, y eso también es de admirar.

Foto: Juan Antonio Gámez

Foto: Juan Antonio Gámez

 

En paralelo, me ha sorprendido enormemente la tensión narrativa de esta obra. Sinceramente, un espectáculo de poseía y danza contemporánea que, como os digo, más que seguir una trama fija es más figurativo, no es algo donde me espere un final tenso que va escalando desde el principio. Sin embargo, mi pensamiento maniqueo y sin fundamento ha demostrado ser una soberana tontería. El tono llega a subir mucho y, cerca del final, hay una especie de ejercicio de meta poesía funciona como un golpe de realidad brutal. Esas normas que el espectáculo establece, como usar al bailarín como un muñeco que interpreta, reacciona y se desplaza en función de las palabras (y se confunde en su ausencia) las parte por la mitad en un segmento muy cercano al final y que a mí me apareció un clímax brutal. En ese instante, Margarita Regalado rompe esa abstracción que la hacía ignorar o tratar como un utensilio a Luis Sosa y le habla, le habla por su nombre y lo reconoce. Este momento, teniendo en cuenta todos los códigos usados (los poemas como retazos de la mente de la poeta, el espectáculo como acto de exorcismo al público, el bailarín como mera representación de una mente que no siempre es bienvenida) funciona como un colofón magnifico. Como os digo, el espectáculo me atrapó en todo momento, pero fue aquí donde me desarmó y me destrozó. Y me encanta.

Este es un espectáculo potente, es asequible y funciona a distintos niveles de compresión, que creo que es un acierto mayúsculo. El hacer todas las cosas que hace, que funcionen y que parezcan que son fáciles de hacer no es más que el reflejo de una planificación esforzada y larga que ha apagado en un espectáculo final poderoso y con unas interpretaciones por parte de bailarín y poeta magnificas. Hay más representaciones de este espectáculo pendientes (la próxima será el 11 de marzo en La Ferretería -San Juan de Aznalfarache, provincia de Sevilla-) y, si queréis mi opinión, estaría muy atento a las próximas representaciones porque esta es una experiencia de esas que es pecado perderse.

 

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