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Por  Hermes Manyés

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El cauce del río Turia promete ocio y naturaleza en el corazón de la ciudad

Footing, ciclismo, skating, picnics, paseos, partidos de fútbol, conciertos… desde la gran riada que tuvo lugar en Valencia en 1957 debido a las precipitaciones de más de 300mm, el cauce del río Turia se ha convertido en uno de los parques más visitados y extensos de España. Este paraíso verde que existe entre la Ciudad de las Artes y las Ciencias y el zoo Bioparc Valencia, brinda el descanso en la naturaleza más pura a valencianos y visitantes que quieran sumergirse en el ocio más saludable de la ciudad.

Entre multitud de árboles y caminos curvilíneos, residen en el cauce del río distintas infraestructuras que ofrecen una gran variedad de servicios, desde lugares que fomentan la cultura como el Palau de la Música o la Ciudad de las Artes y las Ciencias, hasta zonas que ofrecen diversión y ejercicio, como el parque Gulliver o infinidad de instalaciones deportivas: campos de rugby, balonmano, pistas de atletismo… 

El río valenciano es un sitio con el que conectar a través de los sentidos: el tacto de la hierba húmeda de aquellos que, recostados, disfrutan del descanso bajo la tenue luz del sol; el duro asfalto que impacta contra las plantas de los pies de los numerosos corredores; el sabor a purificación que emana el fresco ambiente del jardín de 110 hectáreas; el olor a aire catártico que invade los pulmones; aullidos, suspiros, palabras, jadeos, ladridos, pisadas, chillidos… el sinfín de sonidos que embaucan la escucha; la aplastante panorámica de un escenario verdoso que invita a fusionarse entre la frondosidad de la naturaleza y los atrayentes servicios del ocio.

Antes de caer la noche

El jardín del Turia rebosa de afluencia en las últimas horas de luz. Los caminos están atestados de corredores masculinos y femeninos de todas las edades, que luchan fervientemente por alcanzar sus retos diarios empapados en sudor y con rostros cansados que proyectan su deseo por sucumbir al sueño. Ciclistas, que pedalean con fuerza esquivando a peatones, entrenan velozmente abstraídos en un clima que se aleja del frío y del calor. “Es un sitio perfecto para el skateboarding, está bien ubicado y es muy amplio”, cuenta uno de los skaters que arriesgan a las heridas, subidos a sus monopatines, entre piruetas imposibles. “Acabamos de comprar el equipo de patinaje y nos hemos bajado al río para practicar”, dice entre sonrisas el padre de una niña mientras procura por la seguridad de su hija. Los ladridos de un perro atrapan la atención de una joven familia que presencia cómo el perro se aproxima a ella, esquivándola, mientras su dueño corre y chilla detrás de él su nombre. En uno de los parques deportivos, un hombre de la tercera edad levanta costosamente, con sus brazos, una barra de una de las máquinas de colores. “Es difícil, pero hay que hacer un esfuerzo por mantenerse”, afirma el anciano en uno de sus descansos. Sobre la calzada, tres chicas recién salidas de la adolescencia, pasean y revolotean sobre sus historias. Mientras, se cruzan con un miedoso felino negro que avanza con precaución, intentando esquivar a los peatones.

Los relatos que se cuecen en lo que solía estar bajo el agua, retratan el corazón de Valencia, nativos y extranjeros que optan por gozar de uno de los lados más cálidos de la existencia. Brindando experiencias de lo más enriquecedoras, el ambiente que se siente en el río actúa como punto y aparte para las largas jornadas de trabajadores, pesados días de estudio u ociosidad de la tercera edad. Se puede acceder desde la estación de metro de Alameda o a través de las múltiples rampas que conectan el ajetreo de la ciudad con la calma del mágico lugar. El cauce del río Turia irradia serenidad a todos aquellos que entre la penumbra del día a día necesiten esa luz que se pierde entre la rutina.

@HerrSerr

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