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#Literatura en Achtung! | Por Mari C. Muñoz

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William Faulkner (1897 – 1962) es pasado, presente y futuro. En su profesión de escritor cumple los requisitos fundamentales: estar inscrito dentro de la tradición literariade su país, como continuación o como reacción, y a la misma vez establecer diálogo con el presente, con sus contemporáneos. Precisamente, un precepto básico del universo Faulkner es que el pasado nunca muere, siempre está presente. En este año se cumplen 50 años de la desaparición de este maestro de la fragmentación laberíntica. Siguiendo el hilo del pasado-presente, podemos afirmar que William Faulkner está más vivo que nunca. En España, la editorial Alfaguara conmemora esta fecha con la reedición de tres de sus obras: Cartas escogidas, La mansión e Intrusos en el polvo. Pero es por supuesto en su tierra natal donde le rinden el homenaje más exquisito: la publicación de su obra más polémica y exitosa, El Ruido y la Furia (1929), tal y como el autor la concebió, es decir, impresa en tinta de colores.

William Faulkner es probablemente el escritor más americano de la historia de la literatura. Perteneciente a una familia aristócrata, orgullosa de su papel dentro de la historia del Sur, el escritor pone en evidencia en su obra que puesto que uno no elige dónde nace, ni con qué privilegios, o sin ellos, uno sí que puede elegir si abrir o cerrar los ojos ante la realidad. La forma en Faulkner calca la realidad, ese es su triunfo. Su método se basa en la diversidad de voces y en la oscuridad: una forma que se alimenta de su propia disolución. Cuando cierras El Ruido y la Furia es difícil resumir el argumento, pero en cambio, es muy fácil expresar las sensaciones que has vivido durante la lectura. A pesar de la falta de orden lógico, a nivel psicológico, la novela desprende una fuerza muy vívida, fértil. El Ruido y la Furia es una pequeña historia dentro de la Gran Historia de los EEUU. Esta novela, que consolidó a su autor, ilustra la desintegración de la familia aristocrática sureña. Esta es la generalidad, la particularidad toma forma en la familia Compson, cuyo poder económico y social se basa en ser descendientes de un héroe de la Guerra Civil: de la riqueza a la pobreza, del orgullo a la vergüenza… El universo Faulkner (es decir, EEUU) se rige por el principio del caos. Este desorden (del tiempo, de identidad, de voces) actúa a dos niveles: al formal y al argumental. Faulkner no es fácil; la vida no es fácil. De ahí que el autor echase una mano al lector con el cambio de color en la tipografía.

La estructura de la novela está dividida en 4 partes. Esta división responde a filtros de realidad, narradores, no a división temporal o temática. La historia está construida por un mosaico de pequeñas voces; una de estas, la que abre la obra, es la de Benjy. Nuestro primer narrador es hijo de los Compson, de 33 años, fuente de deshonra para la familia: debido a una enfermedad congénita, su desarrollo mental se detuvo en la infancia. La primera parte de la novela, pues, está narrada por una persona que no distingue el paso del tiempo, todo es presente: procesa sus pensamientos por asociaciones, un estímulo actual le conduce a un recuerdo, que le llevará a otro, y en algún momento volverá a la realidad, pero el texto que nos llega es un hilo ininterrumpido de pensamiento. Esta primera parte es la que sale reforzada de la edición que The Folio Society ha elaborado tal y como Faulkner la diseñó originalmente. El escritor necesitaba un editor cuya técnica y actitud fuesen equiparables a lo revolucionario e innovador de su escritura. Cada cambio de color nos indica un cambio en el tiempo narrativo. Por supuesto, no lo encontró y de hecho a día de hoy, este proyecto marcará un hito en la historia editorial.

La forma de la novela es también contenido puesto que imita el caos de la realidad de la América profunda, dividida, rasgada, partida en dos por la Guerra Civil, por la esclavitud y la emancipación. El autor no puede imponer una forma, es la realidad la que la impone. Siguiendo la senda iniciada por E.A. Poe, H. Melville o N. Hawthorne, W. Faulkner es el perfecto discípulo que da continuidad a la exploración de los rincones más oscuros del subconsciente americanoque ocupó la obra de los clásicos estadounidenses. Pero como buen alumno, supera a los maestros aportando su contemporaneidad: la forma que hace contenido, siguiendo la estela de su admirado James Joyce. Pero Faulkner es mucho más oscuro, terriblemente oscuro. Todo momento presente nos lleva al pasado, de ahí que Benjy sea el elegido para iniciar la narración de la novela: representa precisamente la verdad faulkneariana de que presente y pasado son inseparables

faulkner-libros-elruidoylafuria-literatura-revista-achtungDilsey, la criada de la familia, es la elegida para cerrar la novela. Entre Benjy y ella nos han hablado otros dos hermanos de este, Quentin y Jason. Estos dos narradores le sirven al autor para desgranar el imaginario sureño y diseccionar la decadencia de su patriarcado: la pesadilla presente es el sueño pasado. Con la Guerra Civil y la emancipación de los esclavos, el negro se convierte en una bestia que temer, que vigilar. La tradición americana de represión puritana crea una crisis sexual que proyecta el deseo reprimido en una excesiva lujuria en el hombre negro: animalización, infantilización. Por el miedo al mestizaje y la amenaza a la pureza de la raza blanca, el patriarcado se tambalea y las mujeres blancas también pagan las consecuencias. En el imaginario sureño están presentes los textos que cuentan que Eva fue seducida por un negro con características de simio, no por una serpiente, de esto se justifica que el mestizaje es el pecado original que causó la caída del hombre. Pero en definitiva, la presencia negra en la sociedad sureña es un incómodo recordatorio de obligaciones olvidadas, de que la historia de los EEUU se basa en el derramamiento de sangre, su nación es sinónimo de genocidio. El método oscurantista de Faulkner es justificable, por muy duro que resulte para el lector, puesto que es el único capaz de acercarnos a la realidad de los Estados Unidos de América.

Si bien la comunidad blanca se caracteriza por la culpa y la represión, Dilsey nos enseña un mundo mejor. Si bien con Benjy aprendimos que presente y pasado es lo mismo, con Dilsey aprendemos que hay algo más que pasado-presente, hay futuro. Su parte está narrada por un narrador omnisciente pero escuchamos su voz, con su dialecto particular. Ella actúa de madre con Benjy, puesto que su verdadera madre lo rechaza, e incluso asiste con él a misa, en su iglesia, segregada. Dilsey es el principio que mantiene a la familia unida. En una sociedad tan cerrada como la sureña, no hay nada tan vulnerable como un ser que no es ni blanco ni hombre. En cambio, Faulkner nos regala a una Dilsey que a pesar del caos y la persistente fragmentación que la rodean, vive una vida ordenada, con principios, desarrollos y finales, con una visión global de la historia. Ella es el futuro del país. Después de todo el estudio en fragmentación y la exploración de la naturaleza y causa del caos, William Faulkner nos propone como contención a la violencia la revitalizante voz de la pieza más maltratada del sistema económico americano.

 @eyrex

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