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Se estrenó en el Teatro Central (Sevilla), About Bunny, de la mano de Lucía Vázquez Madrid y Miguel Marín Pavón. Fue deseado, ya que entre otras cosas, se ha mantenido celosamente en secreto lo que iba a suceder ¡Y vaya si valió la pena la espera!

Este estreno los días 12 y 13 de noviembre, fue algo que quienes les seguimos hemos puesto altas expectativas: y una vez más, han sobrepasado las mías. Pues, About Bunny es un trabajo que sabe muy bien moverse entre las fronteras de la danza y el teatro contemporáneo; entre lo predecible y lo impredecible; entre lo explícito y la sugerencia; entre la inocencia y el frío cálculo. El caso es que me gustaría que se tomase como ejemplo de cómo hacer una pieza de artes escénicas contemporáneas, sobre un tema que pude ser entendido como turbio, mientras se conserva el buen gusto.

No siempre hace falta exhibir imágenes que pretendan desestabilizarnos para conducirnos a diversas reflexiones, siendo que las posibilidades de abstracción que tienen las artes escénicas contemporáneas nos ofrecen el suficiente margen, para que una simple insinuación sea lo que a nosotros los espectadores, nos deje con una “herida” que precisa que pase un tiempo para que al menos cicatrice. Lo anterior, lo digo porque About Bunny es un trabajo sumamente frontal que pone un espejo al frente del público (incluso de forma literal), mostrándole que nosotros los seres humanos somos vulnerables, torpes, incoherentes y desorientados ¡Ya basta de de seguir vendiendo ese mito de que los adultos, somos personas  “completas” e integras!

Foto: Juan Antonio Gámez

Foto: Juan Antonio Gámez

 

Lo que se ve en About Bunny es a dos adultos de mediana edad, intentando superar con el otro las barreras que les mantienen alejados, a pesar de que estén conviviendo, compartiendo espacios en común. Sin embargo ya en la sinopsis de esta pieza, se nos perfila al personaje de Miguel Marín como un ser que está de un modo u otro estancado, en aquellas cosas que le impiden no reconocer al que interpreta Lucía Vázquez. Sí, una persona que está allí esperándole de manera incondicional, para que se dé cuenta que es amado y merece ser amado. Pero el personaje de Miguel Marín no para de observar hacia el “horizonte”, buscando una silueta que identifique como esa mujer “perfecta” que no llega.

Miguel Marín interpreta a lo que estos dos andaluces le han llamado “hombres pausados”, aquél que entre otras cosas, deja pasar oportunidades de poder consumar lo que la vida le ofrece, coincidiendo o no con lo que se desea. Aquí no es cuestión de reivindicar mensajes que han sido vulgarizados hasta quitarles su significado original, como el carpe diem o el sapere aude; sino más bien lo he leído, como que el amar a algo o alguien, no tiene que entrar en contradicción que con ello no tenga el rostro y demás características que nos hemos representado como hechas a nuestra supuesta medida. Siendo que esos puntos de partida, nos hace vivir fuera del presente, fuera de lo que estamos siendo. O dicho de otro modo: aspirar a estar con una persona que se corresponda con nuestras fantasías, nos sitúa en un lugar en que uno es susceptible de ser llevado por delante, por la vorágine de los cambios con los que se desenvuelve todo lo que forma parte del mundo. Dado que ese tipo de idealizaciones son estáticas, y el mundo está en pleno movimiento, articulando situaciones que aparecen y desaparecen sin que apenas nos dé tiempo de identificarlas (con todo lo que ello implica).

Foto: Juan Antonio Gámez

Foto: Juan Antonio Gámez

 

Lo anterior se fue representando de manera explícita en las letras de las canciones que forman el espacio sonoro compuesto por Miguel Marín, como en imágenes que nos sugieren que entre ambos personajes se han generado una serie de dinámicas, un lenguaje privado…, que les mantiene vinculados en numerosos contextos, que son precisamente los que configuran la dramaturgia de About Bunny. Esto es: A nosotros los espectadores se nos coge por sorpresa, con la solitaria estancia de Miguel Marín con esa máscara de conejo y arnés kitsch; no obstante, ambos complementos nos ayudaban a ubicarnos en que estábamos en un juego de intercambios de roles, entre los personajes en cuestión. Y aún con todo, dentro del “juego” ellos juegan con esa dinámica, dado que aunque haya momentos en los que el personaje de Miguel Marín tenía “sometida” al de Lucía Vázquez, se notaba que éste conducía los acontecimientos a su favor, manteniendo al de Miguel Marín con el interés de seguir prestándole atención, para así seguir beneficiándose de que alguien le admira y esté a su pies, por su belleza y sensualidad.

No voy a dejar de reconocer que varias de las imágenes que se trazan en la primera parte de About Bunny, pueden resultar propias de una relación interpersonal poco sana. Pero si se las contextualizan dentro de lo que es el conjunto de toda la pieza, las mismas forman parten del juego de colores y luces, que contribuyen a que este trabajo sea algo poliédrico. Ya que va girando la cara que se nos muestra a nosotros los espectadores, entre escena y escena (sea para profundizar lo antes expuesto, o para pasar a otra cosa totalmente diferente, aunque ello esté enlazado con todo al formar parte de una misma unidad). Por ello animo a que se lea a esta pieza como algo que está dotado de diferentes texturas y caras, que nos ayudan a hacer equivalencia de que en una relación interpersonal con la que compartimos tantos ámbitos, hay mucha riqueza.

Foto: Juan Antonio Gámez

Foto: Juan Antonio Gámez

 

Mientras tanto, se ven imágenes de sumo erotismo y sensualidad, que aunque nos sugieran lo que en ocasiones se nos presentan como poco decorosas, estos dos profesionales han conseguido mantenerlos en el juego de la insinuación, para que nunca esta pieza pueda ser entendida como algo vulgar, o que haga apología de cosas que se dan a entender por el mero hecho que son necesarias, para el desarrollo del relato que se expone en About Bunny. Es más, me fascina de este trabajo que ninguno de los dos personajes son tratados como objetos, ni planteados como para ser sexualizados (a menos que se busque por todo los medios, equiparar algunas de estas imágenes con el porno mainstream). Si es que mantengo lo que he comentado cuando critiqué un working in progress de esta pieza, que se representó en la primavera del año pasado en el ciclo Ahora Danza! (en el CICUS de la Universidad de Sevilla),  donde dije que la sensualidad que envuelve a cada una de las acciones de este trabajo, me sirve como ejemplo de una de las cosas que más me seducen de este lenguaje escénico.

A continuación, se corta de manera sorprenderte toda esa densidad y ambiente tenso que presidía la pieza. Lo cual nos ayudaba a entrar en mímesis con ambos intérpretes, cuando iban muriéndose de risa, entrando en complicidad…, no habíamos visto más que un juego entre dos personas que comparten su vida, que pasando su tiempo juntos se permiten ratos de recreo y muestras de afecto. O qué decir sobre que se haya formado esa fiesta entre ellos, cuando Miguel Marín tocaba sus instrumentos de percusión y Lucía Vázquez bailaba con desenfado, tocaba los platillos a destiempo… Sucedían tantas cosas, que nos contagiaban de vitalidad y júbilo. Para al final, regalarnos un escena que encarnaba paradigmáticamente este pieza. Es decir: una imagen que es asociable con que ambos habían estado haciendo el amor durante todo el desarrollo de About Bunny ¡Maravilloso!

 

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