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Se inauguró en la Casa de la Provincia (Sevilla) la exposición Del Tiempo y la Danza, del pintor Juan Carmona Vargas. La misma recogía una reinterpretación de fotografías de danza, de profesionales como Luis Castilla, Javier Fergó o Ana Palma. La misma estará disponible para el público hasta el próximo 5 de septiembre, erigiéndose como una de las actividades más sugestivas de la presente edición del Festival de Itálica.

La inauguración de esta exposición de pintura el pasado 26 de junio, fue de esos eventos que aunque se respiraba una ambiente institucional entre los que estuvimos presentes, ello no eclipsó que habían reencuentros entre profesionales que están involucrados con la danza de un modo u otro. Da igual qué rol hemos interpretado, el caso es que todos teníamos un vínculo muy asentado sobre el contenido al que se aludía en los 57 cuadros expuestos. Donde intérpretes como Teresa Navarrete, Rocío Molina, Israel Galván, María M. Cabeza de Vaca, Raquel Madrid, Janet Novas, Yinka Esi Graves, Manuela Nogalesentre otros. Se podían llegar a identificar.

Álvaro Frutos. Foto: Juan Antonio Gámez

Álvaro Frutos. Foto: Juan Antonio Gámez

 

Por tanto, ha habido conversaciones entre personas que llevaban tiempo que no se veían, al mismo tiempo, que la nostalgia por lo que se retrataba en cada cuadro iba aflorando en nuestros corazones. Sí nostalgia, porque los cuadros reinterpretaban imágenes procedentes de piezas que han sido programadas durante las veinticinco ediciones del Festival de Danza Contemporánea Mes de Danza (que su directora y gestora cultural especializada en danza contemporánea, María González, ha sido la comisaria de esta exposición). El cual como muchos de ustedes sabrán, lleva en “Barbecho” desde febrero del año pasado. Y hasta que no haya un comunicado oficial que certifique cuál será su destino, no queda otra cosa más que esperar.

Pero ahora esas imágenes están allí expuestas interpelándonos. Esto es: dirigiéndonos a noches dónde a nosotros los espectadores, se nos llevó al mundo de sus intérpretes, momentos catárticos que apenas se rozan durante segundos…, eso sí, la luz era la protagonista de unos cuadros que ponía en diálogo la interpretación que hizo Juan Carmona Vargas, de la luz artificial de los focos de los teatros, con lo que él llamó la “luz interna” que emite cada bailarín. De tal forma, que  no sólo los cuadros no deben ser entendidos como retratos; sino que además, que lo que cogía protagonismo es el cómo la danza altera el espacio, lo revuelve por más que sea breve su paso.

Por tanto, se nos presentan imágenes difusas que a quien quiera “jugar” a reconstruirlas, ha de dar parte de sí para que se parezcan lo más posible a una imagen que nos encontraríamos en un teatro, o al menos en una fotografía de danza. Siendo que pasaba a un segundo plano quiénes eran sus intérpretes y sus piezas, porque el ritmo y la expresión artística de la danza, eran los que acaparaban el sentido y el significado de cada uno de estos cuadros.

Desde luego se podría profundizar más en su contenido, pero la pintura no es mi especialidad, y me gustaría dar paso a mis comentarios sobre las tres piezas cortas, que convivieron durante su interpretación con los cuadros de esta exposición. Sin olvidar, que cada una de ellas estuvo inspirada en alguna de las obras allí expuestas. Si tienen curiosidad de verlas, les aviso que habrá pases en los próximos días:

  • 3 de Julio a las 12h y a las 13h: Sandra Ortega/ Seifeddine Manai con S.P.A.C.E.
  • 10 de Julio a las 12h: Natalia Jiménez Gallardo con Será Paisaje.
  • 17 de Julio con pases a las 12h y a las 13h: Álvaro Frutos con Jairo.
Sandra Ortega & Seifeddine Manai. Foto: Juan Antonio Gámez

Sandra Ortega & Seifeddine Manai. Foto: Juan Antonio Gámez

 

Sandra Ortega / Seifeddine Manai con S.P.A.C.E (la pintura de referencia es, “caída del cielo”):

Llevaba tiempo que no veía una pieza que me sugiriese tanta calma como expectación, siendo que su ritmo oscilaba entre la inercia de algo que ha sido arrojado a escena, y lo impredecible que rompía y recomponía el orden establecido en la misma. El tema de la pieza pasó para mí, a un segundo plano durante su representación, dado que me condujo a un estado en el que se me invitaba coordinar el ritmo de mi respiración con la de sus intérpretes.

Con lo anterior, no quiero darles a entender que producía algún tipo de impaciencia, sino más bien, como si el tiempo y el espacio en el que se desarrollaba, empujaba a Sandra Ortega y a  Seifeddine Manai, hacia el siguiente movimiento. He allí que las transiciones fueron abordadas con tal minuciosidad que aunque hubiesen “latigazos eléctricos” en los solos de Seifeddine Manai, el caso es que no se podía apartar la vista, porque parecía que habían pasado años, no segundos.

Ambos intérpretes jugaron con nosotros, pues, se unían y se volvían a separar dentro del espacio escénico. Todo era gradual como a la vez precipitado, era una suerte de “péndulo” que no había manera de descifrar cuándo había recibido un empuje, que lo hacía aumentar o reducir su  velocidad. Y si encima, nos exponen dos lenguajes tan diferentes en la manera en cómo se movían. Por ello considero, que S.P.A.C.E  es un ejercicio avanzado a la hora de ver danza, que con el tiempo,  lo percibí como un suculento reto.

Desde luego S.P.A.C.E, es toda una clase de cómo gestionar el espacio a través de todo lo que lo involucra en medio de una pieza de danza. Ojalá alarguen su duración a una hora, y lo vayan moviendo en diferentes teatros, y allí sí que uno perdería todas las cosas a las cuales se aferra, emplazando a sus espectadores a estar sin prejuicios y sin conocimientos. O dicho de otra manera: veríamos la danza en su expresión más formal, no como algo que se puede entender acogiéndose a un tema que le da pie a cada movimiento en escena.

Natalia Jiménez Gallardo. Foto: Juan Antonio Gámez

Natalia Jiménez Gallardo. Foto: Juan Antonio Gámez

 

Natalia Jiménez Gallardo con Será Paisaje (las obras en las que se inspiró fue, “dedicado a Víctor Zambrana” y “dedicado a Luis Castilla”):

Ya este fragmento de un texto de Juan Carmona Vargas, nos introduce a las “fronteras” en las que se desenvolvió la pieza Será Paisaje: “Yo tiendo a ver la danza no con la pasión de la tradición griega con la belleza del cuerpo humano, sino desde el punto de vista de la cultura china, donde el paisaje ocupó el lugar del cuerpo en occidente. La danza se desarrolla en el vacío, como la música en el silencio o la pintura, en ese lienzo en blanco y vacío que no tiene que ser ni blanco, ni un lienzo, ni estar vacío.

He centrado mi interés en el aire y la luz, que es para mí lo fundamental en la pintura. Todo lo demás: dibujo, gama cromática, textura, composición está supeditado a lo anterior…”

Entonces, Natalia Jiménez Gallardo, desplegó en escena una serie de movimientos que se fueron manifestando desde su interior. Lo cual podría ser un claro ejemplo, de eso que suele decir la maestra y bailarina, Inmaculada Jiménez: “bailar (entre otras cosas) consiste en generar espacios en nuestro interior, y lo que ve el público es la consecuencia”. Por tanto, se iban generando “paisajes corporales”, que recorrieron todo el espacio escénico.

Será paisaje es un tránsito hacia cualquier lugar, porque el hecho es que su intérprete determinó que bailarla era un “mientras tanto”. De hecho, en la sinopsis nos apuntó que “dialogar con la obra de Juan Carmona se asemeja a imaginar la duración que existe entre tocar el barro y beber del botijo” .  He allí, que el tiempo se quedó concentrado en la duración de la interpretación de esta bailarina y creadora andaluza. Es más, conceptos como el silencio o el vacío, se redefinían en esta pieza, porque no había más soporte, que el que le había dado pie las pinturas de Juan Carmona Vargas. Y si tenemos presente lo antes citado de dicho pintor, pues, el sentido de esta pieza fue el bailar como un acto de irrupción en el tiempo y el espacio. Valiéndose de la “luz interna” albergada en esta intérprete, que es lo que la hace brillar ante sus espectadores y semejantes.

Trabajar desde este alto grado de abstracción alza a la danza como un arte que no tiene nada que envidiar a otros, al mismo tiempo, expone que se puede tener compromiso con esta noble disciplina, dando muestra de arduas reflexiones, sobre cómo es el habitar en los parámetros en los que se desarrolla la misma. Conduciendo todo esto, a que nosotros los espectadores, se nos presente un paisaje dado por un movimiento que va de adentro hacia afuera.

Una vez más Natalia Jiménez Gallardo, nos presenta  un trabajo exquisito, elegante, maduro y venido de una profunda indagación ¡Siempre es un privilegio verla en escena!

Álvaro Frutos. Foto: Juan Antonio Gámez

Álvaro Frutos. Foto: Juan Antonio Gámez

 

Álvaro Frutos con Jairo (la obra en la que se inspiró, es “se abrió la caja china”):

Hay algo de primigenio en esta pieza. Por más que la ejecución de sus movimientos, presentan a un intérprete con un dominio corporal envidiable, ello fue conjugado con momentos de desmelene y sonidos que emitía con su voz. Enmarcándonos a nosotros los espectadores, a presenciar una pieza que como uno no entre en su “juego”, uno terminará descolocado, e incluso dichos sonidos, resultarían molestos y caprichosos.

Y para nada eran molestos y caprichosos, quería que nosotros los espectadores bajásemos de un modo u otro, la guardia, nuestras respectivas posturas de seres “intelectuales” que ven danza. Desde luego desorienta en un primer momento, pero estoy convencido que ese era su objetivo; un fin que nos ayudaría a disfrutar de verdad de lo que Álvaro Frutos quería compartir con nosotros los espectadores: La alegría que produce el comportarse con ligereza y despreocupación, tras haber transitado el proceso de haberse hecho un ser íntegro, una vez que se ha desaprendido.

Jairo es un trabajo complejo y no está hecho para todos los públicos, pues, nos hace debatirnos si nos gusta o nos resulta incómodo. Incluso Álvaro Frutos se permitió cantar ante nosotros, que dentro de los márgenes que nos fue dibujando a lo largo de la pieza, cobró todo el sentido, hasta llegar ser necesario y deseable. Si es que este intérprete andaluz, con “sus juegos” nos enseñó a reformular el cómo afrontamos un espectáculo de danza.

Llegado el punto de madurez que habrá alcanzado Álvaro Frutos (como persona e intérprete), carece de sentido ponerse límites si se tienen los recursos suficientes para sustentarlo. Además, los cuadros de la exposición de Juan Carmona Vargas abren un campo de tantas posibilidades hermenéuticas y epistemológicas, que al final uno puede llegar a recomponer el tiempo, el espacio, y qué decoro se ha de tener en una interpretación de una pieza de danza.

 

 

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