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Por Verónica Lorenzo

Hace unos días en El Mundo publicaban un artículo sobre la literatura erótica de hoy, a raíz de la publicación de 50 sombras de Grey y sucedáneos. Entre otras cosas a destacar, la primera es la de una sexóloga afirmaba que este tipo de literatura era escrita para mujeres y, la segunda, que el patrón que triunfaba era «“sexo explícito consentido y atrevido y una historia de amor inolvidable”. Pero lo más importante es que cuente con “un personaje masculino oscuro”».

Se han tratado muchas definiciones del concepto erotismo, nunca demasiado claras, con la pretensión de distinguirla de la pornografía; pero he aquí que en realidad no hay diferencia, apenas. Dice Sarane Alexandrian en su prólogo a Historia de la literatura erótica que “la pornografía es la descripción pura y simple de los placeres carnales; el erotismo es la misma descripción revalorizada, en función de una idea del amor o de la vida social. Todo aquello que es erótico es necesariamente pornográfico, por añadidura” y defiende una distinción más adecuada entre lo erótico y lo obsceno: “se considera que erotismo es todo aquello que vuelve la carne deseable, la muestra en su esplendor o florecimiento, inspira una impresión de salud, de belleza, de juego placentero; mientras que la obscenidad devalúa la carne, que así se asocia con la suciedad, las imperfecciones, los chistes escatológicos, las palabras sucias”.

La sexóloga dice que la literatura erótica está hecha por y para mujeres. Quizás es que le ha convenido olvidar que el erotismo como tema literario es uno de los más antiguos. En la Antigüedad era uno de los más populares, especialmente en el género lírico, e íntimamente ligada a la mitología. En Grecia uno de los autores más populares fue Aristófanes, autor de grandes comedias satíricas, siendo unos buenos ejemplos para este tema Lisístrata (considerada la obra erótica más antigua) y La Asamblea de Mujeres, o Sotades y sus poemas satíricos. Aunque también destaca en narrativa los Cuentos Milesios, recopilados por Arístides de Mileto; y Meleagro como gran autor de la poesía erótica. En Roma, Plauto escribió comedias eróticas, Catulo es considerado como el gran poeta erótico y Apuleyo es autor de la mayor novela erótica latina, El asno de oro; sin despreciar tampoco el valor de Marcial, Juvenal, Horacio, Ovidio y Petronio.

Por otro lado, en el Antiguo Egipto donde, por ejemplo, el pergamino de Turín recopila posturas sexuales; en la literatura cristina podemos hablar del poeta Ausonio o Agatías y sus epigramas eróticos. En otros puntos geográficos como en la Antigua China, se sabe que durante el imperio Han (200 a. C.) se escribieron manuales didácticos sobre la práctica sexual, en la India el Káma-Sutra formaba parte de una obra religiosa escrita por Mal-la Naga Vatsiana en el siglo IV.

En la Edad Media encontramos escritos eróticos en la trova y en la farsa y en la erotología cortesana, o amor cortés; tenemos ejemplos como Lancelot de Chrétine de Troyes, Tristán e Isolda de Gottfries von Strassburg, Roman de la Rose de Guillaume de Lorris y Jean de Meun y Vita Nuova y la Divina Comedia de Dante Alighieri. Pero desde Oriente nos llega una obra que ejerció una gran influencia en la literatura erótica posterior, Las Mil y Una Noches, y también El Jardín Perfumado, de Cheik Nefzaoui. En Francia destaca Antoine de la Sale y su Le Petit Jehan de Santré y Les Quinze Joyes De Mariage. En España podemos hablar de las Cantigas de escarnio y maldizer o el Libro de Buen Amor del Acipresete de Hita o, más adelante, obras como La Celestina y La Lozana Andaluza.

Pero entre esta época y el Renacimiento, Bocaccio produce un giro en la literatura erótica con su Decameron, cambiando el lenguaje, su realismo y su consideración, introduciendo el uso de la beffa erótica. Autores como Poggio y sus Facecias o Arteino y sus Sonetos lujuriosos incrementaron la importancia de la literatura erótica. Beccadelli y su Hermaphroditus evocaba al erotismo de la obra de Catulo, entre otros.

En los siglos XVI y XVII, Rabelais, Ronsard, Pierre de Brantôme en Francia, John Ford, John Wiltmot Rochester en Inglaterra, Pallavicino en Italia, enriquecieron la bibliografía erótica con grandes obras, todavía hoy leídas. Destacaría aquí sobre todo L’école des filles, considerada como una de las primeras obras de la pornografía francesa, donde dos mujeres hablan sobre sexo.

Ya en el XVIII, encontramos a Edmund Curll como uno de los pioneros de la literatura erótica en Inglaterra, pero John Cleland se convierte en uno de sus mayores representantes con la publicación de Fanny Hill. En Francia, el gran filósofo y autor de la Encylopédie, Diderot, hace una incursión en el género con Les Bijoux Indiscrets; Jean-Baptites de Boyer y Thérèse Philosophe combina la filosofía y el sexo; Pierre Choderlos de Laclos con su Amistades Peligrosas nos muestra el poder de la erótica; Mirabeau con La Educación de Laura. Y ya, más tardíamente, la figura del Marqués de Sade, un representante mundial de la literatura erótica, imitado y ampliamente tratado en diversas disciplinas.

El siglo XIX coincide con el Romanticismo, que nos trae grandes obras como Madame Bovary, Anna Karenina, Jane Eyre,… que, aunque no son obras eróticas per se, sí tratan a lo largo de sus páginas un cierto erotismo. En Inglaterra, en plena época victoriana, George Cannon y James Berttram se alzan como autores eróticos, aunque la mayor parte de las obras de esta época son anónimas y de fechas inciertas. En Francia, Musset escribiría Gamiani, una de las más notables obras eróticas de este tiempo. En Austria destaca especialmente Leopold von Sacher-Masoch con La Venus De Las Pieles y Arthur Schnitzler, con La Ronda, que se caracterizan por sentar las bases del masoquismo y defender la supremación del instinto sexual sobre las convenciones sociales. En esta época también se explora la homoerótica, cuyos antecedentes encontramos en la Antigüedad, con obras como The Sins Of The Cities Of The Plain o Teleny. En España se habla de que autores como Clarín, Pérez Galdós o Pardo Bazán incluyen pasajes eróticos en sus obras.

En el siglo siguiente, si bien la literatura erótica sigue siendo un género políticamente incorrecto, observamos grandes autores como D. H. Lawrence, Guillaume Apollinaire, Pierre Louys, Georges Bataille, Henry Miller, Pauline Réage, Vladimir Navokob, Anaïs Nin, Guy Davenport, Emmanuelle Arsan, Dominique Aury, Joyce Mansour, Mario Vargas Llosa, J. G. Ballard, Marguerite Duras…

En España, Jean-Louis Guereña afirma que hasta 1939 existió una circulación de obras eróticas relativamente importantes, sobre todo literatura popular. Este fenómeno comenzaría durante el Sexenio, tras la desaparción temporal de la censura de impresos y se consolidará durante los años 20 y 30, bajo la dictadura de Primo de Rivera y la Segunda República. Estas obras eran tanto traducciones como creaciones originales (Pedro Morante, Juan G. Olmedilla, José Sanxo, Álvaro Retana). Pedro López Martínez afirma que esta ola se trata de una ramificación natural del naturalismo. Ya en el último tercio del siglo, en plena época de transición, aparece la colección La Sonrisa Vertical de la mano de Luis García Berlanga y Beatriz de Moura, de la editoral Tusquets, y que la conformarían más de 140 títulos. Esta colección aglutina traducciones de clásicos universales del erotismo, de ayer y hoy, y también creaciones originales ganadores del Premio Sonrisa Vertical. Este premio ha sido convocado desde 1979 hasta 2004 y declarado desierto por tres veces (1983, 1994 y 2002). Además de Tusquets, otros sellos editoriales como Ediciones Polen, Akal, Martínez Roca, Ediciones B, Robin Book, FAPA Ediciones, Temas de Hoys, Círculo de Lectores, Grijalbo, Espasa, Esencia, Poliedro, Terciopelo, La Esfera, Maeva, Alfaguara,entre otras, se irían sumando al erotismo desde distintos puntos de vista.

Hoy encontramos la literatura erótica integrada en la literatura convencional y, más recientemente, experimentamos un boom a partir de la publicación de la trilogía 50 Sombras De Grey, que ha provocado hasta una pequeña incursión en la literatura juvenil. Sin entrar a discutir en la parte teórica de si pertenecen o no a este género, lo que ha aportado esta nueva ola verde es una mayor visibilización de su publicación y de sus lectores. Es fácil entrar en cualquier librería o biblioteca y encontrar una estantería monográfica dedicada al erotismo (cuando no se mezcla con la novela rosa); o encontrar lectores que ya no requieren de reservar estas lecturas para la intimidad de su hogar; incluso la venta de lectores electrónicos ha facilitado un mayor consumo de este género.

Pero a pesar de esta nueva hornada de títulos, siguen triunfando los clásicos. Los diez que yo siempre recomendaría serían los que siguen:

  1. El amante de Lady Chatterley. D.H. Lawrence
  2. Historia del ojo. Georges Bataille
  3. Historia de O. Pauline Réage
  4. Lolita. Vladimir Nabokov
  5. Emmanuelle. Emmanuelle Arsan
  6. El amante. Marguerite Duras
  7. Justina o los infortunios de la virtud. Marqués de Sade
  8. Trópico de Cáncer. Henry Miller
  9. Delta de Venus. Anaïs Nin
  10. Gamiani. Alfred de Musset

 @PantuflasdeCor

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