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La editorial Pasado & Presente ha publicado recientemente un libro qué es muchos libros a la vez. La literatura admirable es un volumen compuesto por 54 pequeños ensayos que son análisis literarios llevados a cargo por 44 firmas eruditas. La interpretación segura y lúcida de estos expertos nos aproxima a las obras que comentan desde una perspectiva que de inmediato nos hace conectar con el libro expuesto (no puedo decir reseñado porque los artículos son trabajos filológicos de gran calado que alcanzan mucho más allá de la mera reseña). El volumen, con el inteligente subtítulo Del Génesis a Lolita, está coordinado por el catedrático de Literatura Comparada, entre otras muchas cosas, Jordi Llovet. La importancia del compendio de libros, autores y críticos que se han reunido aquí me ha llevado a reflexionar sobre este texto y sus múltiples significados en esta columna de El Odradek.

Porque este libro de libros es una continua manera de abrir ventanas a la lectura, porque cada capítulo es el balcón de una habitación que nos permite asomarnos a un genio literario, a una obra inmortal, a un texto determinante a la hora de configurar la historia intelectual de la humanidad. Puede leerse del tirón o utilizarse como libro de consulta, uno puede posarse en el análisis de una obra o de un periodo completo. Esta es una de las mejores virtudes de La literatura admirable.

El primer acierto del libro radica ya en ese subtítulo al que me refería anteriormente: Del Génesis a Lolita. Los que hemos estudiado Literatura Comparada tuvimos la oportunidad de entender la Biblia como un relato literario y como un todo, como un libro que ha influido en el resto de las obras que se han escrito posteriormente. Por ello, si el volumen de la editorial Pasado & Presente buscaba reunir las grandes obras que se han escrito, obligatoriamente debía comenzar por la Biblia, entendida como un desbordante compendio de historias, tradiciones y leyendas literaturizadas.

Pero antes del capítulo dedicado a la Biblia, Jordi Llovet nos ofrece una sabrosa introducción. Nos presenta el volumen como un festín de la lectura, de la literatura, al que todos estamos invitados. Son textos que han configurado, con su gran influencia, nuestra forma de pensar y de entender la ficción, la magia de la narración de las historias, a lo largo de los siglos. Pero todo lo que aquí se recopila y se comenta, que es mucho, no tiene voluntad de ser un canon de obligado conocimiento, sino una propuesta de descubrimiento. Es muy posible que, tal y como afirma Llovet:

quizá sea siempre el lector singular, no las revistas ni los sesudos académicos, quien mejor puede elaborar un canon gracias a su pasión lectoras y su capacidad de discernimiento”.

Las obras maestras que se comentan en este volumen lo han sido gracias a los lectores:

No es nunca el autor quién hace una obra maestra. La obra maestra se debe a los lectores, a la calidad del lector. Lector ceñido, con finura, con parsimonia, con el tiempo y una ingenuidad armada (…) Solo él puede conseguir la obra maestra, exigir la particularidad, el cuidado, los efectos inagotables, el rigor, la elegancia, la perdurabilidad, la reanudación. Pero este lector, cuya formación y cuyas fluctuaciones deberían constituir el verdadero tema de la historia de la literatura, se está muriendo”.

El compendio de lecturas que se estudian demuestra que:

Occidente ha dado al mundo entero una literatura de enorme valor, y que este valor no fue vigente solo en el momento en que se publicaron los libros respectivos, sino que alcanza a todas las generaciones del pasado, presente y porvenir”.

Tal es la importancia de lo que alberga esta literatura admirable.

Los textos que se reúnen en el volumen son el producto de una idea de literatura comparada totalizadora, esa que tenemos todos aquellos que la entendemos así gracias a los estudios comparativos. Llovet demuestra que su comparatismo es de pura cepa al afirmar que:

el discurso de la literatura constituye un curso fluvial con algunos meandros, corrientes subterráneas y saltos de agua, pero ningún pantano: todo fluye constantemente —en especial desde la aparición de la imprenta a mediados del siglo XV y también a partir del auge de las traducciones entre las distintas lenguas de Europa— y todo hecho literario reproduce, condensa y modifica una larga tradición”.

Sentadas así las bases y el sentido de los libros elegidos, el volumen comienza con su primera parte, Las literaturas clásicas, compuesto por seis análisis de otros seis textos imprescindibles.

Jordi Llovet, el director del volumen.

El primero de ellos, que como ya he argumentado ha sido elegido con gran criterio comparatista, es la Biblia; la Biblia como artefacto literario de gran influencia, algo que puede sorprender al lector profano, pero no a quienes hemos estudiado literatura comparada. La Biblia nos parece decisiva a causa de la sombra que proyecta sobre el desarrollo de temas, motivos y tradiciones a lo largo de la producción posterior de los textos de ficción.

Solo hay que pensar en el Libro de Job (una narración propia de las mejores novelas, aprovechada por Joseph Roth, por ejemplo) o en El cantar de los cantares (y su adopción posterior por genios poéticos como San Juan de la Cruz). Y qué decir de la sombra del Apocalipsis sobre la literatura actual, en las novelas de ciencia ficción o de la posmodernidad.

Porque en la pequeña introducción que Llovet hace a esta parte de literaturas clásicas, determina que:

Hay algo que define a los clásicos, y esto es la enorme influencia que ejercen, y siguen ejerciendo, en la producción de la literatura posterior a su época. Tanto la Edad Media (…) como las épocas moderna y contemporánea acusan la impronta de aquellas literaturas antiguas, las cuales, pues, pueden ser consideradas el punto de partida de una larguísima tradición, viva todavía. La Biblia, omnipresente en la literatura europea, constituye uno de los principales substratos de Moby Dick, de Melville, por ejemplo, como la Odisea constituye el trasfondo de Ulises de James Joyce”.

La influencia de Ovidio en Shakespeare, la de Píndaro o Sófocles en Hölderlin o Rilke significan que:

el curso de la literatura es una vasta y no acabada tradición que toma sus modelos, o los subvierte, a partir de los modelos forjados por los autores clásicos”.

Además de la Biblia, en esta parte desfilan los artículos sobre la imprescindible Odisea de Homero, Las Bacantes de Eurípides, la compleja extrañeza de la Eneida de Virgilio, ese alfa y omega de la literatura que son las Metamorfosis de Ovidio —auténtica leche proteica literaria—, y la obra en prosa de Luciano de Samósata, esos Relatos verídicos aquí comentados por una eminencia en la materia como es Carlos García Gual y que son, en palabras de Llovet:

uno de los puntos de partida de la tradición narrativa y ficcional de la prosa medieval, moderna y contemporánea”.

La segunda parte de La literatura admirable nos aproxima obras de Las literaturas de la Edad Media: ocho textos de una importancia capital como lo son El Caballero del León de Chrétien de Troyes, Tristán e Iseo, la Crónica de Ramón Muntaner, esos tres libros determinantes y monumentales que han modelado nuestra idea de la ficción y de la poesía moderna, me refiero a la Comedia de Dante, el Cancionero de Petrarca y El Decamerón de Boccaccio, junto a los Cuentos de Canterbury de Geoffrey Chaucer y La Celestina de Fernando de Rojas —magníficamente glosada por un maestro de la magnitud de Francisco Rico—.

Prestemos atención por un momento a esa trinidad literaria italiana. Nos encontramos ante uno de los núcleos decisivos de las obras compendiadas en el libro. Son tres autores y tres textos que tienen gran parte de culpa de que seamos como somos, de que nuestros anhelos de ficción vuelvan, una y otra vez, a buscar esos mismos motivos que nos hacen felices cuando leemos. Beatriz y Laura nos han ayudado a configurar un tipo de amor lírico que forma parte de todos nosotros, mientras Boccaccio ha tenido gran parte de culpa en la estructura moderna que presentan muchas de las mejores novelas que conocemos.

Dante, Petrarca y Boccacio:

 

La Época Moderna es la tercera parte del libro. Aquí tenemos 11 artículos para 14 obras que han sido importantísimas a causa de la proyección que han llevado a cabo sobre nuestra literatura actual. Orlando furioso de Ludovico Ariosto (analizado por el gran experto Raffaele Pinto), la primera piedra de la novela moderna en nuestro crucial Lazarillo de Tormes (de nuevo disfrutamos de la mirada de Francisco Rico), tres obras de ShakespeareHamlet, El Rey Lear, Antonio y Cleopatra—, Don Quijote de la Mancha (visita obligada, más aún si se nos muestra de la mano de Domingo Ródenas), las Fábulas de La Fontaine, La Princesa de Cléves de Madame de Lafayette, Robinson Crusoe de Daniel Defoe (por Fernando Savater), esa distopía fundamental que son Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift, Manon Lescaut de Antoine-Françoise Prevost, el tan desternillante como profundo y sorprendente Cándido de Voltaire, y Las amistades peligrosas de Pierre Choderlos de Laclos.

Uno de los legendarios grabados de Gustavo Doré para ilustrar El Quijote.

Este recital de talentos y obras deslumbrantes deja paso a la conocida como Época Contemporánea, que es la parte que mayor número de textos aporta al volumen: un total de 29 obras estudiadas y que abarcan desde las Baladas líricas de Wordsworth y Coleridge, los Cuentos fantásticos de E.T.A Hoffmann, pasando por la poesía de Leopardi, Eugenio Oneguin de Pushkin, Dickens y Los papeles póstumos del Club Pickwick (analizada por Jordi Llovet), Balzac, Moby Dick, Charlotte Brontë, Madame Bovary y Flaubert, Baudelaire y Las flores del mal (leídas por Gonzalo Pontón), Dostoyevski y Crimen y castigo, Tolstói y Guerra y Paz, hasta los Relatos de Chéjov, la poesía de Darío (comentada por Luis Alberto de Cuenca), El difunto Mattia Pascal de Pirandello (de nuevo por el genial Raffaele Pinto), Joyce y Dublineses, Proust y En busca del tiempo perdido, El proceso y Kafka o Virginia Woolf, Musil, Faulkner, Borges (sus Ficciones analizadas también por Llovet), Nabókov y su Lolita, Rulfo y Pedro Páramo, Italo Calvino…, entre otros, terminando de una forma muy original y acertada: con El cuaderno gris de Josep Pla, un compendio de inteligencia e imaginación que muy bien podría calificarse como el destilado de todas las obras comentadas anteriormente.

Josep Plá, propietario de una visión de la realidad cargada de inteligencia y humor.

Desde luego, en La literatura admirable casi son todos los que están, porque la selección de obras comentadas es magnífica, aunque, obviamente, se echan de menos algunos títulos. Y soy consciente de la enorme dificultad a la hora de seleccionar obras para un volumen de estas características. Simplemente, yo habría cambiado El proceso de Kafka por La transformación y Nuestros antepasados de Calvino por Si una noche de invierno un viajero… Simplemente, me parecen más determinantes.

Habría dejado fuera, porque me parecen obras sobre valoradas por la crítica acomodada (sí, lo sé, esto que afirmo es un sacrilegio según para quién, pero llevo con resignación mi cruz), El gran Gatsby de Fitzgerald, Pedro Páramo de Rulfo y la Lolita de Nabókov (aunque entiendo su función provocativa al colocarla en el subtítulo del libro junto a la Biblia).

Quizá las hubiera cambiado por Berlín Alexanderplatz de Döblin, por El Señor Presidente de Miguel Ángel Asturias o por El tambor de Hojalata de Grass. También habría añadido algo de Cortazar, pero solo se trata de mis gustos, porque en esto de confeccionar listas literarias, o pseudo cánones, nos ocurre como con el fútbol, que en cada español hay un entrenador: pues en cada lector convenientemente informado y formado se alberga un Harold Bloom.

El poeta Luis Alberto de Cuanca se encarga de traernos la poesía de Rubén Darío.

Mucho y muy bueno nos ofrece La literatura admirable, que todavía tiene espacio, en sus casi 700 páginas, de regalarnos una guinda a quienes gustamos de las cosas bien hechas y de los apéndices bibliográficos. Se nos presenta un compendio de las mejores ediciones en español de las obras tratadas, así como de los estudios más relevantes que se han llevado a cabo sobre dichos textos. El resultado es casi el de una biblioteca ideal compuesta por las mejores ediciones posibles, incluso de la obra en su versión original.

Porque esa es la magnífica sensación que queda al leer La literatura admirable, la idea de que los libros comentados deben de estar, obligatoriamente, en nuestra biblioteca, y si es posible, todos ellos leídos, dado que conforman la mayor colección de saberes y ficciones que haya podido alumbrar la humanidad.

Pasado & Presente ha editado un libro necesario para acercar algunos títulos no tan conocidos al lector ávido de asomarse a nuevos mundos literarios que, sin embargo, llevan esperando ahí desde hace siglos. Sólo era necesario que alguien pusiera la atención sobre ellos.

Esa es la mayor virtud de este libro: cuando lo cierras necesitas salir corriendo a una librería para comprarte todos los títulos que aparecen en él, desterrando del plan de lecturas personal la literatura de consumo y las mesas de novedades destinadas a exhibir los productos del capitalismo literario.

Simplemente, La literatura admirable vuelve aún más inteligentes a los lectores.

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