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Por Pablo L. Orosa

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Ser el último de una estirpe es una carga demasiado pesada. Una duda constante por no deshonrar lo aprendido mientras braceas por sobrevivir. Mayte Carrasco (Terrasa, 1974) comparte con Javier Espinosa, Mónica García Prieto o Alberto Arce el ajobo de preservar lo aprendido de maestros del repoterismo de guerra como Rosa María Calaf, Ramón Lobo o Pérez Reverte: contar lo que está sucediendo. Desde 2008 Mayte Carrasco ha cubierto los principales conflictos bélicos en el mundo.  La guerra sucia del Cáucaso Norte, los secuestros y el terrorismo de Al Qaeda en el desierto del Sahel o la tragedia prolongada en Afganistán. El último año lo ha pasado en Oriente Medio saltando de un país a otro para acercarnos lo que estaba pasando en las revoluciones árabes: la caída de Gadafi;  el drama de los refugiados en la frontera de Ras Ajdir o la revolución egipcia desde El Cairo. Su última parada ha sido Siria, un conflicto que la ha marcado para siempre. Allí ha descubierto las miserias del ser humano y la hipocresía de Occidente, aunque también la esperanza de saberse iguales pese a los 5.000 kilómetros de distancia.

Entretanto, Mayte Carrasco ha tenido tiempo para adentrarse en el otro lado de la frontera de la realidad con su primera novela, La Kamikaze. Una historia de guerras y reporteros. La propuesta es la misma. Observar y contar. Después de todo Mayte Carrasco es reportera de guerra. Una especie en vías de extinción.

Revista Achtung!: Más de una década trabajando como periodista freelance cubriendo guerras en todo el mundo y ahora, de pronto, una novela.  No había sitio en el periodismo para contar esta historia?

Mayte Carrasco: Lo de la novela fue un sueño que yo tenía desde pequeña porque siempre me ha encantado la novela negra. Cuando tenía diez años escribí, con una máquina de escribir de estas de las de antes,  una novela que se titulaba “Los Anónimos”. Mi abuela había fallecido en aquel entonces y yo me inventé que la había secuestrado la mafia italiana. Ahora, de mayor, devoro todos los libros de novela negra como los de Michael Connelly, Harlan Coben, Camila Lackberg. Cuando La Esfera de los Libros me propuso hacer algo pues dije sí, yo quiero hacer una novela negra y que mejor que llevarla al género que yo conozco que es el reporterismo de guerra. He hecho una mezcla: una novela negra que transcurre en una guerra, Afganistán. La verdad es que me ha servido mucho ser reportera de guerra porque me ayuda a describir esos escenarios y esas situaciones límite en las que se encuentra uno cuando está en un conflicto bélico.

La protagonista de la novela es Yulia, una reportera de guerra freelance decepcionada con su vida y con su profesión. Qué hay de ti en el personaje?

La verdad es que Yulia y yo tenemos poco en común, sólo que las dos somos reporteras de guerra freelance y nos mordemos las uñas. Yulia es un personaje que tiene carácter y pensamientos propios. Creo que la gente de su generación – tiene 35 años- se va a sentir muy identificada con los problemas que tiene Yulia. Está deprimida, sufre de desamor, por la inestabilidad laboral y emocional,  y sufre también por la pérdida de valores que hay en nuestra sociedad. Una de las denuncias de fondo del libro es la pérdida de valores. Ya no existen los pilares que antes nos sostenían. Yulia sufre de esta pérdida de valores como la solidaridad, la familia.. Yulia es un personaje muy occidental. La novela transcurre en Afganistán pero todos los personajes, aunque son personajes de ficción y están llevados al extremo, como los espías, los mercenarios de los escuadrones de la muerte, el embajador o algún militar, explican la guerra de Afganistán desde un punto de vista occidental. Desde el punto de vista de alguien que llega allí y se encuentra con una cultura distinta. Yulia muchas veces habla del contraste que hay entre el mundo que ella vive en España, un mundo tranquilo, donde no hay violencia e incluso tiene comodidades de todo tipo y el contraste con lo que se encuentra allí, en una situación de guerra, donde la violencia, los cadáveres, la sangre aparecen por todos los sitios. Sin embargo, como dice Yulia, allí la gente lucha por sobrevivir con una resistencia que yo admiro. Yo como periodista cuando voy a esos lugares, sobre todo países musulmanes, veo que conservan todavía cosas que nosotros hemos perdido, como los valores de la familia, la solidaridad. Ellos además son muy fuertes. A pesar de las guerras en las que estén inmersos, en el caso de Afganistán son tres décadas ya, ellos continúan luchando por la paz.

Es la Kamikaze una incursión esporádica en el mundo de la literatura?

En la vida nunca se sabe lo que vas a poder hacer. Yo soy un persona muy preocupada por el ahora, nunca por el pasado o por el futuro. Creo que es una buena terapia ya que pensar en el futuro es algo absurdo en los días que corren. Preparar o pensar que vas a hacer algo cuando luego no llega es muy decepcionante con lo cual yo todo lo que llega lo recibo con mucha felicidad. Esta novela para mí fue un sueño que yo tenía desde pequeña. Si puedo seguir escribiendo será fantástico aunque sé que las dificultades son muchas para abrirse camino en el mundo de la literatura, sobre todo en tiempos de crisis cuando muy poca gente compra libros. Yo intento hacerme un huequito. En mi calendario está el mes que viene y mi próximo conflicto que ni siquiera sé cuál es.

entrevista-periodismo-reporterismodeguerra-maytecarrasco-revista-achtung-2Por tanto entiendo que Mayte Carrasco es ante todo reportera de guerra, una profesión que se encuentra en un momento muy complicado…

El enviado especial es una figura que está en vías de extinción. Las corresponsalías han cerrado ya en muchísimos sitios. Esto no es un fenómeno nuevo, han cerrado desde hace muchos años. Yo cuando empecé en el 2004 ya estaba de freelance de corresponsal para Telecinco porque ya habían cerrado las delegaciones. Esto es algo que está ocurriendo desde hace mucho tiempo y es una pena porque necesitamos que los periodistas sigan viajando a los conflictos, que nos sigan contando lo que ocurre más allá de nuestras fronteras y que sigamos teniendo noticias e historias de primera mano de periodistas españoles, con una mirada española que nos cuenten qué está ocurriendo en países como Afganistán o en las revoluciones árabes. Es muy difícil comprender estos conflictos si los contamos a través de cuatro imágenes que envían las agencias y cuatro titulares sin contextualizar, sin llegar a mostrar el rostro humano de esas guerras. Cuando un periodista va sobre el terreno eso se nota perfectamente y la gente comprende mejor los conflictos.

En estos momentos los únicos que los estamos haciendo somos los periodistas freelance. De los cuatro españoles que entramos en Homs, tres somos freelance. Esto es un ejemplo de cómo está la cosa en estos momentos. Qué a la guerra de Siria no quieran enviar personal de las redacciones es un símbolo, una prueba.

A qué crees que se debe esto. Puede ser que la información internacional no interese en España

Me niego a creer que somos un público idiota como nos quieren hacer creer. Estoy segura de que hay una demanda de conocimiento por parte de la población española, que es una población muy preparada, y que simplemente lo que necesita es que le expliquen bien las cosas. Necesitamos volver a un periodismo veraz y honesto. Gran parte de la población, especialmente joven, ha perdido la confianza en los medios de comunicación. Eso es culpa nuestra. En España el sectarismo funciona muy bien. Los medios de comunicación son sectarios y funcionan las corrientes de pensamiento único: o tienes que ser de izquierdas o de derechas. Yo creo que se ha generado una desconfianza en la ciudadanía hacia los medios de comunicación españoles y lo que tenemos que hacer es regresar a un periodismo honesto, veraz y contrastado que cuente lo que está ocurriendo al otro lado del mundo porque sí creo que hay un interés. Sólo que hay que contárselo bien, de forma honesta.

En los últimos años has cubierto todo tipo de conflictos y crisis humanitarias. Cómo se prepara un periodista freelance?

La verdad, no se prepara. En el 99% de las veces yo me voy de un día para otro. Realmente no sabes cuándo va a estallar, cuándo va a ser el momento en el que vas a poder entrar a un país o cuándo sientes la necesidad de ir porque sabes que en ese momento va a haber mayor demanda de noticias. La mayoría de las veces no tengo tiempo para preparar así que siempre tengo la ropa de viaje lista, las maletas, una porque tampoco me llevo mucho, y el equipo con mis cintas. Todo preparado por si tengo que salir corriendo. En España mi día a día es muy distinto. Trabajo como freelance por lo tanto no tengo ninguna oficina y consiste en hablar con gente, encontrarme con personas que me den información sobre otros conflictos, hablar con compañeros y, sobre todo, ir a conferencias. En estos momentos también dar entrevistas. Ríe. Estos últimos tiempos que he estado cubriendo las revoluciones árabes el poco tiempo que tenía entre revolución y revolución me dedicaba  a escribir la novela. He estado sin descanso. Entre Egipto y Libia me aislaba. Necesitaba aislarme mucho porque el estilo de la novela es completamente diferente al estilo que puedo tener escribiendo –periodismo– por eso necesitaba aislarme mucho. La novela la he escrito en dos grandes tirones, uno mirando al mar y otro en las montañas; pero totalmente aislada. Cuando escribo necesito estar sola.

Os jugáis el tipo sobre el terreno para contar lo que está pasando. Forma el miedo parte de vuestro trabajo?

Se siente miedo. Es humano. Si no lo sintiera sería un problema porque querría decir que algo no está funcionando en mi cabeza. El que diga que no tiene miedo en esos lugares o necesita un psiquiatra o miente. En esos lugares donde ves  que están cayendo bombas como en Homs, donde caían 500 bombas al día en un territorio de seis kilómetros cuadrados rodeados por las tropas de Al-Assad del que no podías salir, realmente temes por tu vida como temes por la vida de todo el que te rodea. El barrio de Baba Amr era una ruleta rusa y no sólo los periodistas, toda la población civil tenía el riesgo de morir en cualquier momento. Si pisaba la calle porque había francotiradores en la azotea de todos los edificios, a lo que se unían las bombas que caían a diario desde las 06:30 a las 18:00. Era una lluvia de morteros. Realmente la sensación es de mucho miedo. Yo me aislaba para seguir trabajando. No piensas en las bombas y en lo que piensas es en escribir, en donde te vas a poner para tener un poco de internet. Estábamos todos inmersos en los problemas técnicos, en cómo enviar, en cómo salir, en que no teníamos coche. Te centras mucho en tu trabajo y luego, cuando sales de esas situaciones, es cuando te viene todo y piensas donde has estado.

Has cubierto conflictos en el Cáucaso, en Afganistán, en Oriente Medio y sin embargo parece que Siria ha sido el que más te ha marcado como persona.

Sin ninguna duda. Siria ha sido el conflicto que más rastro ha dejado en mí. He pasado mucho tiempo, casi un mes dentro, y en condiciones muy distintas. Yo siempre viajo a hoteles rodeada de compañeros. En Siria hemos estado -Roberto Fraile, cámara freelance, y Alexis Ramonchin, fotógrafo- acogidos por las casas de los opositores. Lo cierto es que hemos vivido la cultura siria desde dentro y ha sido impresionante. Yo soy de Granada y me dijeron que los primeros musulmanes que fueron a Al-Andalus eran de Homs. Me impresionaba mucho ver los rostros de la gente porque se parecían mucho a mí y a mi familia. Sentía una empatía especial. Además es un pueblo que está sufriendo un dolor y un abandono que no he visto en otras guerras. El abandono es algo que tiene en común con otros conflictos del pasado como Sarajevo. Están abandonados a su suerte y esto me provoca una inmensa tristeza e impotencia. La comunidad internacional no está haciendo absolutamente nada por ellos, ya no hablo de condenas, ni de enviar armas, estoy hablando del plano humanitario. No ha habido ninguna ayuda para sacar a toda aquella gente de Homs ni para salvar a esas 8.000 personas que han muerto ya en el conflicto, incluidos cientos de niños y víctimas inocentes. A todo el mundo le da igual porque Siria está en Oriente Medio y porque Siria tiene amigos muy potentes como China, Rusia e Irán.

Las cifras oficiales de la ONU hablan ya de más de 8.000 fallecidos en Siria. Son creíbles estos datos?

Es muy fácil de calcular. Teníamos unas listas en Baba Amr donde ellos iban sumando el nombre de las personas que fallecían y que yo he visto. Yo he estado diez minutos en un hospital de Baba Amr y he visto diez cadáveres. Me creo perfectamente que hubiera cien muertos al día por el número de bombas que caían. Es completamente verosímil porque lo he visto con mis propios ojos. La cifra de 8.000 fallecidos yo creo que es incluso superior porque hay también muchos desaparecidos.

Después de haberla vivido en primera persona, qué opinión te merece la primavera árabe?

No es un proceso unificado. Cada país tiene su propia revolución. La primavera árabe no se puede explicar en general. La realidad de Egipto es muy distinta a la de Túnez, y la Túnez de Libia, la de Libia de Siria, Yemen o cualquier otra. Creo que hay una cosa en común sobre todas ellas: un espíritu de búsqueda de la libertad y de mejora de la calidad de vida. Muchas de ellas son contra realmente dictadores que oprimen al pueblo y regímenes que eran mafiosos, y que lo siguen siendo como el de Al Assad, que simplemente quieren mantenerse en el poder masacrando a su propia población. También creo que no tienen nada que ver y que debemos hablar de cada país en concreto para ver en que va a quedar la revolución árabe. En Egipto hace falta un largo camino todavía por recorrer porque los militares han secuestrado la revolución; Túnez ha sido un éxito total; Libia hay que tener paciencia porque hace falta tiempo para la reconciliación y para desarmar a esas milicias; y luego está Siria. Es una pena pero por culpa del abandono de la comunidad internacional creo que estamos llegando al final de la revolución siria.

En todo este despertar árabe han jugado un papel muy importante las redes sociales. Muchos han criticado el papel del denominado periodismo ciudadano y otros tanto lo han enaltecido. Supongo que hay razones para las dos partes

Hay una cosa que Rosa María Calaf denuncia y que me gusta mucho. Ella dice que cuando vamos a un hospital no pedimos un médico ciudadano, pedimos un médico. Para el periodismo igual, no debemos pedir un ciudadano sino un periodista, una persona que se haya formado, que tenga un compromiso con la ciudadanía de ser honesto, de contrastar la verdad;  y eso no ocurre que alguien que se sienta y escribe sobre unas realidades. Si escriben sobre política se llaman activistas. Desde mi punto de vista toda la gente que está sobre el terreno, que yo he conocido, y que sale a la calle a grabar en Siria y que denuncia lo que está ocurriendo en sus blogs son gente que para mí son héroes, verdaderos héroes que se juegan la vida para contarnos lo que está pasando. Pero no son periodistas, eso tiene que quedar claro. Hacen una labor increíble de difusión y de denuncia de lo que está ocurriendo en sus lugares de origen pero no son periodistas. Yo estoy en la junta directiva de Reporteros Sin Fronteras y les defendemos. Hemos creado un categoría que se llaman ciberdisidentes a los que ayudamos al igual que ayudamos a los periodistas. A los que están amenazados de muerte o en prisión se les ayuda igual. Con los fondos que somos capaces de reunir tratamos de pagar abogados  para defender su causa. Es una forma de ponerle nombre a las cosas que no les quita mérito.

Mayte Carrasco se despide de su interlocutor desde el otro lado del hilo telefónico. Uno tiene la sensación, tras charlar un rato con ella, que entiende un poco mejor lo que sucede en el mundo. Es tiempo para reflexionar.

@Pablo_L_Orosa

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